BaLó: la frontera invisible entre la raíz y la revelación

BaLó: la frontera invisible entre la raíz y la revelación

En una antigua vaquería de Les Corts, la alta cocina adquiere un nuevo lenguaje. Lena María Grané y Ricky Smith han creado un espacio donde la tradición catalana y la vanguardia británica se funden en una danza de sabores, texturas y memoria.

Barcelona ha sabido abrir sus puertas a cocinas de medio mundo, pero son pocos los lugares donde esa apertura no suena impostada, sino íntima, inevitable, natural. En BaLó, esa unión no solo es real, es poética. Aquí, lo rural se hace sofisticado, lo extranjero se vuelve familiar, lo experimental es profundamente emocional. Lena María Grané y Ricky Smith no han querido reconciliar dos mundos. Los han hecho uno.

Situado en una discreta calle de Les Corts, en un edificio que antaño albergaba una vaquería, BaLó no se presenta como un templo gastronómico, sino como un refugio con luz suave, madera honesta, y arte urbano en las paredes. Hay algo profundamente humano en su estética: elegancia sin alarde, belleza sin artificio, detalle sin pretensión. El tipo de lugar donde el tiempo se estira y los sentidos se agudizan.

Desde su apertura, ha conquistado tanto a la crítica como al público local. La Guía Michelin lo ha incluido en su selecta lista de restaurantes recomendados y la revista Time Out los ha galardonado con el premio a “Chef Revelación”. Pero BaLó no vive del aplauso externo. Vive del compromiso absoluto con su visión: una cocina de producto, de temporada, de cercanía, con platos que hablan de origen, pero también de evolución.

La carta es cambiante, viva, dictada por el ritmo del huerto que los chefs cultivan. Las verduras llegan con la tierra aún húmeda, las setas del bosque cercano, los pescados con la sal aún marcando la piel. Todo se trabaja con una sensibilidad milimétrica. Aquí, un canelón de salmón crujiente y eneldo revela una precisión quirúrgica; allá, un bacalao al vapor con guisante lágrima y holandesa tibia nos recuerda que la delicadeza también puede ser poderosa. Un milhojas de patata con queso manchego trufado o un brioche con parfait de setas no son meros platos: son pequeños manifiestos sobre lo que significa cocinar con memoria y con mirada.

El servicio se mueve con fluidez, como si respirara al compás del comensal. La bodega, curada con inteligencia, combina grandes etiquetas nacionales —de Priorat, Rioja, Ribera del Duero o Alella— con sorpresas que emocionan, como un elegante vino de hielo del Pirineo catalán o un sutil Champagne inglés de West Sussex que demuestra que la excelencia ya no tiene pasaporte. Cada maridaje, cada sorbo, acompaña y expande el discurso del plato, sin robarle protagonismo.

Pero si hay algo que distingue a BaLó del resto de propuestas gastronómicas de su generación es su honestidad radical. Nada aquí está puesto para impresionar: ni la vajilla, ni la luz, ni los pases. Todo está pensado para emocionar, para provocar un recuerdo, para que la experiencia no se quede en el paladar, sino que viaje a algún rincón más profundo del cuerpo.

Lena y Ricky han creado un lenguaje propio en su cocina, donde cada plato habla con sutileza y elegancia, sin artificios. Su voz se ha consolidado en Barcelona, reconocida tanto por comensales como por la crítica. Entre los habituales de BaLó, se habla de una experiencia gastronómica que trasciende el sabor y permanece en la memoria.

En BaLó, cada experiencia se adapta al ritmo del comensal. Desde el Menú Mediodía (28 €), disponible de martes a viernes en un ambiente distendido, hasta el Menú BaLó (65 €) y el Degustación (90 €), acompañados de maridajes opcionales de 35 € y 55 €, respectivamente. El restaurante abre de martes a sábado, con servicio de mediodía de 13 a 16 h y noche de 20 a 23 h, y las reservas pueden realizarse a través de su web, por correo o por teléfono.

En un rincón escondido de Les Corts, BaLó no solo se visita: se vive. Y quienes ya lo han descubierto lo saben bien —porque no hay noche de BaLó sin una historia que contar ni un plato que no merezca ser compartido.

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